Ana tiene hambre. No hay comida preparada y, a sus 12 años, aún no sabe cocinar bien. Cerca de su casa hay un local de comida rápida. Decide pedir una hamburguesa grande. Se sienta y come tranquilamente. Su apetito queda satisfecho y se lleva una pequeña parte del alimento a su hogar. Después, se le olvida. Pasaron meses y la hamburguesa seguía en la barra de la cocina hasta que Martha, su madre, se dio cuenta. En lugar de tirarla a la basura, la abrió: la carne sólo se endureció y cobró un brillo extraño.
¿Por qué sucedió esto? Actualmente, algunos alimentos que consumimos están modificados tanto genética como químicamente para tener un mejor sabor o mantener su frescura más tiempo que un platillo preparado en casa. Pero, ¿qué o quiénes influyen para que esta práctica se esté convirtiendo en algo cotidiano?
Carne sintética: el tesoro de los poderosos
Cultivar carne en una caja ‘Petri’ está de moda en los laboratorios. Quienes apoyan esta iniciativa son empresarios del ramo de la informática, como Bill Gates, fundador de Microsoft o Sergey Brin, cofundador de Google, quienes han invertido sus fortunas para crear alimentos “sintéticos”.
Según Reporte Indigo y el sitio de tecnología RedUsers, Gates no sólo está preocupado por criar reces químicamente, también ha trabajado con empresas que producen sustitutos vegetales para los huevos. En este mismo portal se explica que Brin donó 32 millones de dólares a un laboratorio en Estados Unidos para crear carne. Lo que se obtuvo fue “una hamburguesa de 20 mil fibras musculares producidas de las células madres de vacas vivas. El resultado ha sido descrito como similar a su versión natural y recordando un poco a una torta. El problema es que estas células necesitan suero fetal bovino para completar el proceso, y el componente tiene un costo de 250 dólares por litro. Para cada litro son necesarios tres fetos de vaca”.
¿Cuál es la justificación que los genios de la informática dan a la sociedad sobre el tema? Buscan que se sacrifique menos ganado, se reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero (ozono, metano, dióxido de carbono) y la conservación de recursos naturales como el agua, ya que se emplean miles de litros para mantener las granjas donde se crían los animales.
Estas mismas razones son las que la Universidad de Maastrich en los Países Bajos da a conocer en suportal oficial sobre el proyecto de carne sintética, dirigido por el doctor Mark Post. En este sitio se pueden consultar videos y fotografías sobre el proceso de creación de este alimento.
Vegetales de plástico
Los alimentos transgénicos son el pan de cada día en todo el mundo, especialmente en los países en vías de desarrollo. Un artículo escrito por Mariela Fuente para TeleSur explica que, en México, la mayor parte de la producción de jitomate y maíz son transgénicos. Su auge se dio a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en 1994.
“La inserción del maíz transgénico en la producción y comercialización en México no es un hecho aislado, sino que responde a esta visión de seguir ofertando soluciones aparentemente inmediatas en un contexto de ‘agricultura moderna’, modelos arrastrados desde la revolución verde que asumen la posibilidad de solucionar todos los problemas de la producción agropecuaria. Sin embargo, omiten la complejidad de los agroecosistemas, además de permitir la injerencia de empresas privadas en las decisiones prioritarias nacionales… Todo ello restringe nuestra soberanía y autonomía alimentaria, aumentando nuestra dependencia respecto a otros países productores de alimentos, y a las empresas privadas del agronegocio y afines”, menciona la autora.
Esto concuerda con las cifras publicadas por el diario Gestión en enero de 2013. Monsanto, empresa conocida mundialmente por vender semillas transgénicas, obtuvo mejores resultados en el último semestre de 2012: obtuvo 1,822 millones de dólares, incrementando un 22.5% sus ganancias.
El caso de las hamburguesas que no se pudren
Len Foley coleccionó hamburguesas de McDonald’s durante dos décadas. Las fotografió y fue haciendo un seguimiento del proceso de putrefacción del alimento. Lo que obtuvo fue que la carne sólo se endureció, sino que tomó un brillo similar al producido por el plástico y su olor fue desagradable.
Este caso ha sido conocido mundialmente porque la empresa de comida rápida ha tenido problemas de esta índole años atrás. La fotógrafa estadounidense Sally Davies fotografió la descomposición de la Cajita Feliz. “Su obra artística, realizada durante 145 días, demuestra que al moho no le gusta vivir en los productos de la cadena internacional. Seis meses después del inicio del experimento, las hamburguesas parecían tan frescas como el primer día en que fueron adquiridas”, dice la agencia de noticias RT.
Según Foley, la razón por la que estos alimentos no se pudren es por el uso de pesticidas descubiertos por la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, como el cloroformo, xileno y el DDT producido por la empresa Monsanto.
¿Hasta cuándo permitiremos que las empresas jueguen con nuestra salud y la naturaleza? Es importante revisar nuestros alimentos, verificar que no contengan aditamentos extraños y, sobre todo, informarnos sobre las consecuencias que tienen éstos en nuestro cuerpo.
Fuente: http://mx.noticias.yahoo.com
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