Claro que decir la verdad siempre sería lo ideal. Pero en el mundo real esto podría acarrearnos muchísimos problemas. Ser una persona «polite», bien educada y poco emocional, de nula reactividad, está muy bien visto.
Cuántas veces una se encuentra en situaciones en las que preferiría mandar a los mil demonios al interlocutor de turno, cantarle cuatro frescas e irse, pero nos contenemos porque normalmente esa actitud nos costaría un precio demasiado alto.
A esto se le llama «decir mentiras blancas», ésas que no molestan a nadie. Pero debo confesar que a mí me cuesta muchísimo decirlas, sobre cuando la situación es injusta para mí o para otros y tengo que contar hasta diez y dejarlas pasar. Como no sé hacerlo prefiero guardar silencio.
Sin embargo hay otras personas que son grandes prestidigitadores del engaño.
El psicólogo holandés Aldert Vrij, de la británica Portsmouth University, cree haber identificado los ingredientes precisos que hacen de alguien un buen mentiroso, que puede incluso llegar a burlar a interrogadores experimentados.
Maquiavélicos: son mentirosos pragmáticos que no tienen miedo o ansiedad. Son «intrigantes pero no estúpidos. En las conversaciones, que tienden a dominar, parecen relajados, talentosos y confiados.»
La actuación: los buenos actores son buenos mentirosos, y las audiencias receptivas fomentan su confianza.
La expresividad: las personas muy expresivas crean primeras impresiones favorables, haciendo que este tipo de mentiroso resulte seductor y sus expresiones, distractivas.
El atractivo físico: puede resultar justo o injusto, pero lo cierto es que la gente bonita es juzgada como más honesta que las personas poco atractivas.
Los artistas naturales: estas personas pueden adaptarse a los cambios bruscos en el discurso con una espontaneidad convincente.
La experiencia: va mejorando el control de las emociones más frecuentes, como la culpa o el miedo, que podrían dejar al mentiroso en evidencia.
La confianza: al igual que cualquier otra área, creer en uno mismo es ganar la mitad de la batalla.
Camuflaje emocional: los buenos mentirosos enmascaran su inclinación por mostrar las expresiones emocionales que realmente sienten simulando la contraria.
La elocuencia: los oradores elocuentes confunden a sus oyentes con juegos de palabras y así ganan tiempo para reflexionar sobre una respuesta adecuada a la situación.
La preparación: una buena preparación de la mentira minimiza los riesgos de ser detectado.
Ocultar información: decir, «Sinceramente, no recuerdo», es siempre preferible a una mentira mal eleborada.
Frugalidad en la información: siempre dicen lo menos posible, en respuesta a preguntas directas.
Pensamiento original: incluso los mentirosos meticulosos pueden ser alcanzados por lo inesperado, por lo que la capacidad de dar respuestas originales y convincentes, sin libreto, viene muy bien.
El pensamiento rápido: los retrasos en el discurso y el uso de demasiadas muletillas verbales son señales de engaño, por lo que los buenos mentirosos son de mente ágil.
La buena memoria: una buena memoria le permite a un mentiroso recordar detalles, sin tropiezos, de sus propias mentiras, para evitar contradicciones.
La adhesión a la verdad: las mentiras que «doblan la verdad» son generalmente más convincentes, y requieren un menor esfuerzo cognitivo, que las que implican la fabricación de toda una historia.
Decodificación: la capacidad de detectar la sospecha en el oyente permite al mentiroso hacer los ajustes necesarios en su estrategia.
En fin, me da la sensación de que todo esto junto en una sola persona daría por resultado algo bastante parecido a un psicópata. Creo que debería alegrarme que a mí se me dé tan mal.
Fuente: http://mx.mujer.yahoo.com
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