¿CÓMO ES LA MENTE
DE UN SICARIO? LA MENTE DE UN SICARIO
Criminales no son psicópatas,
sino gente con trastornos de personalidad
MÉXICO, DF.- Disparar una pistola
hacia la cabeza de un ser humano, ahorcarlo, quemarlo, mutilarlo…
matarlo sin piedad y sin culpa… todo por un interés superior, ese
que los narcotraficantes han impuesto en nuestro país: el trasiego
de drogas.
¿Qué pasa por la mente de sicarios o
personas que participan en masacres como la recién perpetrada por el
crimen organizado en Tamaulipas, donde se encontraron cadáveres de
72 personas identificadas como migrantes? Especialistas consultados
por El Universal aseguran que no existen bases científicas para
delinear un perfil de este tipo de criminales, sin embargo enumeran
características generales que pueden propiciar la conducta violenta.
Ellos señalan que no son monstruos
psicópatas de película, sino individuos con trastornos de
personalidad que perdieron valores universales, como el respeto por
la vida, pero que crean otros, como el uso de la violencia para
subsistir en una organización criminal.
Habitualmente son personas que se
enojan fácilmente y cuya resistencia al dolor es alta. Su
participación en homicidios tiene una motivación, una justificación
y requiere de una actitud particular. Coinciden además en que los
jóvenes son presas importantes porque se puede moldear su carácter
de manera fácil.
Los especialistas dicen que no se
puede generalizar que los verdugos usen estupefacientes para cometer
crímenes.
Una declaración de John Jairo
Velásquez, alias “Popeye”, quien fue sicario principal y mano
derecha del colombiano Pablo Escobar en los años 80, ilustra lo
dicho por los especialistas: “No sé a cuántos he matado porque los
que cuentan muertos son psicópatas. Con mis manos ejecuté a unas 250
personas”, dijo Popeye en 2009.
Sus palabras hablan, a decir de los
investigadores, de una característica con la que hasta hoy se puede
identificar a sicarios o a personas que participan en masacres: “No
son enfermos mentales”.
“La gente común podría pensar que
sólo un loco o una persona con cierta patología, que lo asemeja a un
monstruo, podría realizar estos actos delictivos, pero no; lo que sí
encontramos es un trastorno de
personalidad que los hace carecer de empatía”, dice Daniel Cunjama,
investigador asistente del Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE).
Explica que hay distorsión de
emociones y sentimientos, pues se supone que participar en una
masacre debe provocar emociones, como miedo, tristeza o aversión; y
sentimientos, como compasión y culpa. No obstante, los matones no
experimentan estas sensaciones; por el contrario, se sienten
satisfechos.
Origen del desajuste
Existe en consecuencia una carencia
total del sentido de culpa y una pérdida del valor de la vida. Se
asegura que todos los seres humanos pueden llegar a cometer actos
atroces pero, ¿por qué no todos los realizan?, ¿qué acontece a nivel
psicológico y social para que el individuo pierda valores
universales como el respeto a la vida?
Para Cunjama, en la formación de la
personalidad de estos sujetos ocurrieron hechos o vivencias que les
orillaron a alejarse de principios fundamentales. Visto desde la
neuropsicología, Guillermina González, médica de la Clínica del
Comportamiento, dice que los individuos que participan —como
observadores simples o personas activas— en estos delitos tienen un
desajuste emocional.
“Existe un desorden donde la
exposición continua a estos actos crea una indiferencia psicopática,
lo que permite actuar con crueldad. No hay toma de conciencia de los
actos y así no hay arrepentimiento. Se aíslan y buscan sólo la
compañía de amigos o cómplices”, dice.
La especialista dice que sus
arrebatos de desahogo por los crímenes cometidos, de manera especial
cuando se inician en esta actividad, los manifiestan con violencia
hacia su familia o a través del consumo de sustancias.
Martín Barrón, criminólogo del
INACIPE, asegura que un individuo que mata debe tener una
motivación, una justificación y una actitud. “La gente que asesina a
sangre fría en el contexto delictivo deja de sentir y sólo tiene
espacio para pensar ‘es su vida o la mía’”, dice.
Los errores
Barrón afirma que las instituciones
han fallado en la promoción de valores, en la oferta educativa y
laboral que den satisfactores necesarios para no involucrarse en
homicidios con los que ganan dinero fácil, y para no insertarse en
la cultura de ganar con poco esfuerzo.

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