Al amanecer del 18 de enero de 2008,
Héctor Murguía Lardizábal, ex alcalde de Ciudad Juárez, telefoneó a
Marco Antonio Torres Moreno, quien fue su secretario de Seguridad
Pública. Durante la noche anterior, Saulo Reyes Gamboa, al que ambos
sostuvieron como director operativo de la policía municipal, había
sido arrestado en El Paso, Texas, después de que intentó sobornar a
un agente federal estadounidense para cruzar la frontera con una
tonelada de mariguana.
“Los dos estaban sorprendidos, y se
preguntaron si estaban enterados de los negocios de Saulo”, cuenta
un colaborador cercano de Torres, quien pidió confidencialidad.
Reyes Gamboa, de 37 años, fue clave
en la conducción operativa de la policía —hoy bajo el control del
Ejército mexicano—, pero también el principal proveedor de insumos y
servicios para la administración municipal desde 1994, según consta
en documentos oficiales de la misma administración y del Registro
Público de la Propiedad difundidos por medios locales.
Desde la delegación de la Coparmex, a
la que perteneció antes de asumir como jefe de policía, diseñó
asimismo las estrategias de seguridad pública que a la postre
implementaría como director de la dependencia, y formó parte del
Consejo de Seguridad en representación de los empresarios. La
noticia de su captura sobrevino dos meses después de que abandonara
aquel cargo público.
El revuelo causado por su detención
obedeció, sobre todo, al estrago que pudiera provocar al futuro
político de Murguía Lardizábal, hoy designado candidato a diputado
federal por el PRI para el distrito 02 y a quien, por otra parte,
encuestas ubican como el político más popular entre quienes buscarán
la gubernatura el próximo año. La de El Heraldo de Chihuahua, por
ejemplo, encontró que el 57.2% de los chihuahuenses lo reconoce con
facilidad.
Entonces, la prensa dio cabida a
versiones que sostenían que la campaña para alcalde de Murguía
Lardizábal había recibido 100 mil dólares provenientes del
narcotráfico, a través del empresario y ex servidor público
detenido. “Ni un cinquito partido por la mitad, ni para campaña
electoral, ni para sociedades empresariales”, refutó en una
entrevista concedida a El Diario de Juárez el mismo 18 de enero.
Candidatos y el crimen
El de este ex alcalde de Ciudad
Juárez fue uno de los ejemplos de candidaturas presuntamente
vinculadas al crimen organizado que tomó, en marzo, el dirigente
nacional del PAN, Germán Martínez, para referirse a la supuesta
incongruencia con la que el PRI designó contendientes para las
elecciones intermedias del próximo verano. Y semanas más tarde, él
mismo obligó a renunciar a la candidata a alcalde de Colima, la
diputada federal Esmeralda Cárdenas Sánchez, bajo el argumento de
que dos de sus hermanos estuvieron implicados en delitos contra la
salud.
Tal decisión fue calificada de
“ilegal” por su antecesor, Manuel Espino, en una entrevista
concedida a Horacio Jiménez, de EL UNIVERSAL: “Hay un caso muy
lamentable, que para mí significa un atropello: designamos candidata
a una alcaldía a una diputada federal, y desde el Comité Nacional le
quitaron la candidatura. Eso es ilegal, yo la defendí y todavía
estoy esperando que me muestren la renuncia de la diputada, porque
me dijeron que renunció y no hay tal”.
En Coacalco, estado de México, el PRD
libra su propia batalla contra el descrédito. El hombre al que
designó candidato para alcalde, Alejandro Gamiño Palacios, fue
detenido en noviembre de 2005 en posesión de mariguana, cocaína y un
rifle AK-47, en la céntrica colonia Morelos del Distrito Federal.
“Tan sólo con ese antecedente, no debiera ser candidato”, afirma
Gustavo Hinojos Camacho, quien perdió por 900 votos ante Gamiño en
la elección interna de su partido. “Por eso es que nueve de los 12
precandidatos que contendimos en el proceso de selección estamos
impugnando por la vía legal esa designación (…) la suya es también
una campaña financiada por el narco, eso es lo que se dice, y por
eso él pudo comprar voluntades; no hay otra forma de explicar su
poder de compra, de voto y dirigentes”.
Fallas de “blindaje”
La polémica que acompaña a la
designación de candidatos de los tres principales partidos políticos
sucede a pesar de que este año se formalizó un acuerdo con el
Instituto Federal Electoral para blindar el proceso selectivo.
Analistas políticos consideran que no sólo el fracaso de esto es
evidente, sino que se ha dotado a la delincuencia organizada de un
estatus inédito, convirtiéndola en actor principal. “Cuando planteas
un blindaje das lugar justo a lo que se quiere evitar: la sospecha
de que no existe área sin vínculos con la delincuencia organizada”,
explica Héctor Padilla, investigador de la Universidad Autónoma de
Ciudad Juárez (UACJ). “En este sentido, la medida fue desafortunada,
porque además el IFE carece de infraestructura para investigar este
tipo de delitos y la penetración del crimen organizado en las
elecciones”.
A su vez, Israel Covarrubias,
director de la revista Metapolítica, opina que “tenemos las listas
de diputaciones federales, alcaldías y gobiernos estatales en las
que hay personajes que se inscribieron tanto en el PRI como en el
PAN y el PRD, que hacen suponer que hay una falla fundamental,
porque el blindaje está allí, pero no se cumplió. Esto lesiona al
proceso democrático desde que permites la cohabitación de mecanismos
informales, que al final hace que un régimen político-democrático se
vuelva insustentable”.
¿Relaciones peligrosas?
El 17 de febrero de 2000, la
delegación de la PGR en Jalisco emitió el comunicado B/107/00, para
informar del arresto de cuatro sujetos a quienes supuestamente les
decomisó 184 kilos de mariguana, una camioneta de doble tracción,
una cuatrimoto y una báscula. Se les sorprendió, según el documento,
en una brecha que conduce al Rancho de las Nueces, en Jilotlán de
los Dolores, municipio de Tierra Caliente. Entre los detenidos
estaban Jaime y René Cárdenas Sánchez, hermanos de la diputada
federal Esmeralda Cárdenas Sánchez.
Por ese antecedente familiar, la
diputada panista fue señalada por el gobernador Jesús Silverio
Cavazos Ceballos, lo mismo que el senador de ese partido Jesús
Dueñas, como políticos con nexos con traficantes. “Tras esa
acusación falsa, yo lo que hice fue ofrecer a la opinión pública el
estado de mis cuentas bancarias, y las de mi esposa”, dice en
entrevista telefónica el senador. “Y con eso le callé la boca al
gobernador”.
Las acusaciones públicas tuvieron un
impacto insospechado para Cárdenas Sánchez, quien el 16 de abril fue
notificada por el Comité Ejecutivo Nacional panista de que su
candidatura no fue avalada, según expuso ella misma en la estación
radiofónica XERL, de Colima. “Me dijeron que siempre no, y ya podrán
imaginarse cómo me siento”.
Según Manuel Espino, en realidad la
dirigencia estatal del PAN trabajó para despojar a Cárdenas de la
candidatura. El argumento, dijeron otras fuentes del partido al
reportero Horacio Jiménez, era simple: no se podía descalificar a
candidatos adversarios por sus relaciones con el crimen, teniendo
una abanderada con los mismos nexos.
“Lo que puedo decir es que después de
la mayoría de edad, ni los padres ni los hermanos ni los amigos son
responsabilidad de uno”, opina el senador Jesús Dueñas respecto al
episodio que despojó de la candidatura a Cárdenas Sánchez. La
diputada, a quien se solicitó una entrevista, no quiso responder.
En Colima, el PAN ha desplegado una
de sus más fuertes ofensivas para denostar a un candidato del PRI,
en este caso a Mario Anguiano Moreno, quien busca ser gobernador y
cuyo hermano Humberto fue detenido por agentes federales en junio de
2003, bajo acusaciones de distribuir metanfetaminas, mariguana y
cocaína. Este tipo de imputaciones es una suerte que comparten
muchos otros candidatos, entre ellos Alejandro Gamiño Palacios,
quien antes de ser detenido en 2005 fue alcalde de Coacalco y
diputado local por el PAN.
La información publicada por los
medios capitalinos precisa que fue sorprendido en una camioneta Jeep
Liberty mientras circulaba en sentido contrario por la calle Jaime
Nunó, casi en su intersección con Reforma, en las inmediaciones del
barrio de Tepito, adonde habría acudido a comprar la droga. Tras una
persecución, que se prolongó hasta Insurgentes y Eje 2, Gamiño
Palacios fue detenido. El parte policial, referido por la
averiguación previa PGR/DF/SZC/CAM/ XID/4729/2005-11? dice que
llevaba medio kilo de mariguana, 62 grapas de cocaína y un fusil
AK-47 con dos cartuchos. Dos años y tres meses después, fue liberado
de culpa por el juez. Al momento de su detención, Julieta
Villalpando, una sobrina suya, ostentaba la alcaldía de Coacalco.
Blindaje, “letra que no se cumple”
Estas relaciones, aceptadas o no por
sus protagonistas, tienen repercusiones inmediatas en la percepción
pública, dice el investigador de la UACJ Héctor Padilla. “La
política está bajo sospecha, y hablar de blindaje en este contexto
es difícil, porque además las instituciones, no sólo las encargadas
de la seguridad pública, han sido permeadas por el crimen
organizado. Pero aún así, el tema de los vínculos debe tratarse con
cuidado y responsabilidad, porque eso no tiene por fuerza que
atentar contra la honorabilidad de un individuo”.
Padilla opina que en elecciones
intermedias, como las de este año, se consolidan las fuerzas
políticas regionales que posteriormente buscan alcaldías, congresos
locales y gobiernos de los estados, es decir, los territorios en los
que por años ha buscado influir la delincuencia organizada. “En el
caso de Chihuahua, lo que está en juego no son los escaños, sino
quiénes los ocupan y cómo se perfilan para las próximas elecciones.
Los políticos están en una medición de fuerzas dentro y fuera de sus
propios partidos. Es el caso de Héctor Murguía, quien se mide con
miras a contender por el gobierno de Chihuahua. Por eso es
importante centrarse en lo que sucede y cómo sucede”.
Si en las listas finales de los
partidos quedaron candidatos con acusaciones públicas por sus
posibles vínculos o su pasado relacionado con el narcotráfico,
entraña un riesgo no tanto para las instituciones políticas, sino
para el Estado, opina Israel Covarrubias, de Metapolítica: “Todo
esto tiene que ver con una suerte de ‘normalización’ de lo
prohibido, más que de legalización. Al final, tiene que ver con
estos mecanismos que hacen ver al narcotráfico, con los distintos
grupos y sus distintas variaciones, como un actor más que necesita
también de la representación política formal. Ya no solamente son
los acuerdos tácitos que han existido entre gobernantes, policías,
narcotraficantes y otros agentes sociales, sino que hay un empuje
por capturar una parte de la representación política formal. Esto
erosiona el margen de maniobra que tiene un Estado”.
Al final, dice, “el blindaje terminó
siendo, no letra muerta, sino letra que no se lee, que no se
cumple”.