¿CUÁL ES EL
PERFIL DEL HOMBRE MALVADO?
Créalo o no, una persona malévola
no siempre es considerada enferma o loca desde el punto de vista
psicológico, aunque incurra en numerosos delitos como tortura,
maltrato, hostigamiento e incluso violación o asesinato. ¿Quiere
saber por qué? A continuación le explicamos las razones de esta
conducta.
Desde tiempos muy
remotos el ser humano teme a la crueldad más que a nada, incluso la
gran mayoría de religiones y creencias espirituales explican que el
mundo no existiría sin la lucha ente fuerzas luminosas y oscuras. De
este modo, el mal aparece una y otra vez como una entidad
desconocida y aterrante que se representa a través de la imagen de
un dios vengativo y/o mediante los sentimientos negativos que anidan
en el corazón de todos los seres humanos.
Empero, no sólo
Teología y Religión se ocupan de este tema, ya que también el
Derecho, Filosofía, Ética, Psicología y Psiquiatría han vertido su
opinión al respecto, encontrando en una y otra ocasión que toda
persona tiene la posibilidad de generar y sufrir daño, dependiendo
de la situación y del grado de aprendizaje que posee cada individuo
sobre los valores y limitaciones sociales que se necesitan para
lograr la convivencia humana.
Éticamente hablando,
se dice que todas las situaciones y relaciones humanas que
establecemos pueden agruparse en dos tipos: aquellas en las que se
trata de satisfacer las necesidades individuales procurando no
afectar a terceros, apegándose a firmes ideas racionales, religiosas
o "de sentido común", y otras en donde se adopta una posición
irreflexiva, ilícita, deshonesta y egoísta, que muchos identifican
con una naturaleza instintiva y animal. Actuar de acuerdo a una
postura como la primera se considera socialmente positivo y
benéfico, en tanto que la segunda se puede definir como "hacer el
mal".
Sin embargo, muchos
antropólogos, psicólogos y sociólogos coinciden en que el ser
humano, quiéralo o no, posee una dimensión biológica, animal e
instintiva que le ayuda a afrontar situaciones de mucha tensión en
las que necesita ponerse a salvo. Igualmente advierten que las
exigencias culturales en la actualidad llevan al hombre a refrenar
la agresividad y a elegir la razón sobre el "estado salvaje
original". Este hecho, aseguran muchos especialistas, crea una
especie de "olla exprés" emocional que va acumulando rencor y que
puede estallar en cualquier momento.
¿Qué la desencadena?
Aunque todo ser humano
puede actuar con maldad, hay personas que hacen de esta actitud su
forma de vida y cuyas características podemos resumir en los
siguientes rasgos:
-
Son sádicas, es decir, gozan
haciendo daño.
-
Dejan que los hechos externos
dominen y guíen su vida, en vez de tratar de que su existencia
sea guiada por sus propias acciones.
-
Poseen un pensamiento rígido e
inflexible; no soportan la ambigüedad o la incertidumbre.
-
Presentan gran dificultad o
imposibilidad para encontrar soluciones a problemas de
relaciones con sus semejantes.
-
Consideran que su visión del mundo
es la única válida.
-
Piensan sólo en su bienestar y
diversión, no en el de otros. Son egocentristas.
-
Su pensamiento es ilógico y carente
de autocrítica.
-
Realizan actos dañinos con
premeditación.Carecen de sentimiento de culpa, por lo que casi
todo arrepentimiento es fingido.
Asimismo, se ha
observado que una persona con este perfil actúa con crueldad en dos
circunstancias clásicas:
Al creer que son superiores.
El ser malévolo supone que algunos o gran parte de sus semejantes
son incompetentes, débiles e inferiores, por lo que los trata como
si fuesen objetos. Justifica su conducta en prejuicios y
discriminaciones basados en la condición social, nivel educativo,
raza, sexo o edad de su víctima.
Al pensar que alguien lo amenaza.
En este casos, la persona malvada puede creer que
alguien pone en riesgo su seguridad física o psicológica, por lo que
es capaz de infligir sufrimiento o tortura. Al tratarse de una
persona desubicada de la realidad, una situación trivial puede ser
interpretada como parte de un complot en su contra.
Quienes actúan
apegados al mal deben su conducta, en gran medida, a que ellos
mismos han sido inocentes víctimas de maltrato. Esto no significa
que toda persona que sufra daño se convierta en alguien cruel, pero
se ha observado que padecer abusos y abandono durante la niñez hace
que un individuo modifique sus criterios emocionales y que no
consolide una importante cualidad llamada empatía, la cual se puede
definir como la capacidad de "ponerse en los zapatos de otro".
No es extraño entonces
que en las familias violentas se transmita un patrón de
comportamiento cruel que se repite por generaciones. Los niños
pueden ejecutar el papel de agresor o víctima, o alternarlo de
acuerdo a la situación en que se encuentren, ya que pueden ser
objeto de ataques en casa y violentos en la escuela.
A este respecto hay
que agregar que existen casos de adultos que ejercen la maldad a
pesar de haber tenido buen comportamiento en su niñez y juventud.
Cuando esto ocurre, el trabajo psicológico profundo permite observar
que el deseo de dañar a otros estuvo presente desde pequeño, debido
nuevamente a la existencia de un entorno agresivo y de haber sido
sometido a maltrato, de modo que herir a otro permite "aliviar" una
tensión concientemente inexplicable.
¿Enfermedad?
Aunque una persona que
actúa con maldad es señalada como alguien que "perdió un tornillo",
"es un pobre loco" o "está mal de la cabeza", lo cierto es que su
comportamiento puede ser completamente independiente de alguna
enfermedad mental que diagnostique el psiquiatra o psicólogo.
A muchos puede parecer
extraño, pero en gran medida la maldad es una desviación social, no
individual. Se puede incurrir en actos premeditadamente crueles
sencillamente porque hacer el mal causa placer. De este modo,
cualquiera de nosotros puede asumir actitudes dañinas en algún
momento, incluso de manera pasiva y encubierta, como "dejar que la
sopa se queme" en forma inconsciente, o no respetar los horarios y
llegar siempre tarde a las citas.
El origen de esto
puede encontrarse en lo que el psicoanalista austriaco Sigmund Freud
llamó pulsión de muerte. Este término explica que aquello que
aparenta ser malo y riesgoso no siempre es percibido como dañino,
sino que también se anhela y causa placer; así, el individuo no
puede abstenerse de hacer algo perjudicial aunque sepa que afecta a
su persona y entorno: utiliza drogas o tranquilizantes en exceso,
arremete físicamente contra alguien sin tener razón aparente, bebe o
come en exceso, e incluso incurre en abuso sexual.
De acuerdo a Freud,
ideas y recuerdos destructivos alojados en el inconsciente empujan
al individuo a hacer lo que no debe, y lo orillan a un punto en
donde la razón deja de operar y pierde el control de sus actos: no
puede dejar de golpear a su esposa aunque sabe que está mal, le
resulta imposible dejar de espiar a las mujeres en los baños, o se
muestra incapaz de controlar su agresividad ante la gente.
Además, los
especialistas en salud mental aclaran que una persona malévola no es
siempre quien incurre en actos que violan la ley. Por un lado se
encuentran las personas violentas, que son aquellas que pierden el
control, netamente impulsivas y ven en la agresividad una forma de
supervivencia. Por otra parte hallamos a los individuos antisociales
o psicópatas, quienes no han desarrollado en absoluto los principios
morales de aprecio o respeto, de modo que generan daño a los demás y
son indiferentes ante ello; sólo les detiene el miedo a verse
perjudicados o tras las rejas.
La diferencia radica
en que una persona malvada no actúa de manera impulsiva, sino que
planea cuál va a ser su agresión, y tampoco es indiferente ante sus
actos malévolos, los disfruta.
Evitar la maldad
En años recientes se
ha incrementado el número de mensajes divulgados en medios
informativos, escritos o electrónicos, en los que dominan muerte,
agresividad y presencia de personajes corruptos y alevosos; en las
calles de las ciudades hay altas dosis de ruido o violencia y, por
si fuera poco, dentro de casa pueden vivirse situaciones en donde
predomina la maldad. ¿Qué se puede hacer ante este panorama?
Cuando se es víctima
de un ser malévolo, pueden emprenderse medidas como las siguientes:
-
No caer en su juego. Se desaconseja
por completo entrar en la espiral de manipulación y maltrato que
intenta imponer; nadie tiene derecho a cuestionar las emociones
ni la idea que se tiene de uno mismo.
-
Algunos son enfermos graves que
requieren tratamiento. Si son familiares o gente cercana, se
recomienda buscar la ayuda de un psicólogo o psiquiatra para
resolver la situación, pero si no hay un lazo afectivo lo mejor
es alejarse.
-
Considere que si el móvil de la
maldad es una desviación mental, nunca se podrán establecer
buenos vínculos ni se podrá confiar en esa persona, a menos que
la sintonía con el mal sea por parte de ambos.
-
Son seres antisociales, por lo que
es difícil integrarlos a un grupo social; al contrario, buscarán
romper la convivencia. No insista en hacerlo participar en su
núcleo de amistades cercanas.
¿Yo lo soy?
Ahora bien, hemos
puesto de manifiesto que todo ser humano puede actuar de manera
malévola sin necesidad de ser una persona enferma o anormal. Por
ello, debemos comprender que, con el surgimiento del psicoanálisis
en sus diferentes vertientes, quedó claro que todos poseemos una
faceta que puede llevarnos a actuar con crueldad.
Las tendencias
malévolas se alimentan de errores básicos de la mente, tales como
egoísmo, celos, envidia, codicia, resentimiento, cólera o avidez.
Para evitar que estos impulsos inconscientes tomen las riendas de
nuestra existencia y contaminen la relación con otras personas,
podemos recurrir a estas acciones:
-
Aumentar el autoconocimiento y la
autoaceptación. Se sabe que cuanto más se conoce uno mismo, es
más sencillo resolver y manejar los impulsos negativos y
malignos.
-
Encauzar las emociones negativas
hacia acciones útiles. Enojo, rabia, ira o rencor deben
liberarse a través de la palabra, pero también de acciones
positivas: ayudar a la familia, cuidar a un amigo enfermo, jugar
con niños, aprender a escuchar y dar mantenimiento a la casa,
entre muchas otras.
-
Librarse de la culpa que se provoca
al sentir odio, celos y resentimiento. Debe tenerse en cuenta y
aceptar que todos, en menor o mayor grado, experimentamos estas
emociones.
-
Recurrir a disciplinas artísticas y
deportivas para descargar la tensión emocional.
-
Poner en práctica la compasión, que
es un sentimiento de cooperación que nos permite identificarnos
con el sufrimiento de otros para tratar de aliviarlo o
remediarlo
Finalmente, a
continuación presentamos una serie de conductas que son indicadoras
de cuando una persona actúa con maldad. Son también buen punto de
partida para el autoconocimiento, y un parámetro en caso de que
querramos iniciar un cambio. Cumplir con cualquiera de estos puntos
significa que actuamos de manera cruel:
-
Burla. Se trata del señalamiento
atroz de un defecto físico o una conducta incorrecta.
-
Sarcasmo e ironía. Suele revelarse a
través de un chiste obsceno o un comentario machista.
-
Sentencia descarnada. Se observa a
través de juicios como "No sirves para nada" o "Eres un inútil".
-
Desprecio e impaciencia. Una
expresión típica de esta emoción es: "desaparece de mi vista
cuanto antes".
-
Indiferencia. Además de ignorar la
presencia de alguien o negarle un saludo, esta actitud puede
reforzarse con frases como: "No existes para mí", "no me importa
lo que hagas" o "tu opinión no tiene valor".
-
Negar la tristeza de otro. Sucede
cuando alguien manifiesta que se siente mal y se ignora lo que
dice, por lo que se ejerce más presión sobre la víctima. Es
común escuchar en estos casos: "Tú no estás sufriendo tanto como
dices".
-
Acorralamiento. La persona malévola
no se detiene y busca arrinconar a su víctima, física o
verbalmente, sea en el trabajo o en la casa.
Tome en cuenta que la
actitud malévola puede cambiar cuando se tiene voluntad y deseo
personal de no deteriorar más las relaciones de pareja, laborales o
familiares, y considere que cuando la carga parezca muy pesada o se
intenta cambiar sin obtener resultados, lo mejor es buscar ayuda de
un psiquiatra o psicólogo, a fin de seguir una terapia que ayude a
encauzar las emociones.
Fuente
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