APRENDIZ DE
SICARIO... ¿QUIÉN ES EL PONCHIS?
Gracias a videos de YouTube y a
informaciones del Ejército, se supo de las salvajes torturas y
asesinatos cometidos en el estado de Morelos por un grupo de
sicarios menores de 15 años encabezados por El Ponchis.
En el video se observa a un chico que
empuña con la mano derecha un palo. Con él va a golpear al hombre
que tiene enfrente, ése que cuelga del techo como si fuera una res.
El chico, de gorra y camiseta a rayas, es de manos cortas, pero el
tablazo se escucha seco, recio. “Suena como un tambo”, compara el
adolescente, que ha decidido guardar la tortura en su celular.
“Cuando me maten dicen que yo nomás los grabé, ¿eh?”.
El chico sonríe. Le pasa por el
rostro un regocijo que da escalofríos. Otro de sus amigos comparte
la fascinación: le ha dado al colgado tantos correazos que las
heridas en el torso serán para siempre. Lo que resta de aquel hombre
fuerte se zarandea como un muñeco de alambre. Las risas parecen
jalarlo del cabello.
Quién sabe si el hombre es
culpable o si pertenece a un cártel rival. Quién sabe. Los jóvenes
sicarios del video despachan a cuanto cabrón se les atraviesa. Lo
que sí sabemos es que el hombre va a morir en menos de cinco
minutos, que amanecerá colgado de un puente en Cuernavaca y que al
chico que lo apalea se le conoce como
El Ponchis.
El muchacho cobró fama el pasado
sábado seis de noviembre. Ese día se comprobó la tesis del escritor
Paul Medrano: la confianza es la falla del valiente. Unos soldados
de la 24ª Zona Militar descubrieron en YouTube a
El
Ponchis y a sus amigos, quienes
se sentían tan grandes que subieron a internet algunos videos donde
nos enseñaron lo importante que es transmitir dolor y miedo. Todos
hablaron de El Ponchis sin
necesidad de inserciones pagadas. La noticia, que recorrió el mundo,
destaca al “sanguinario sicario de 12 años de edad”.
En un noticiero boliviano lo
describieron más enorme que las tinieblas. “Ese niño es el diablo”,
dijo el conductor. CNN mostró al
despeinado Cristian García Martínez, un amigo de
El Ponchis, contándonos que
matan al por mayor para el Cártel del Pacífico Sur (CPS). “(Nos
pagan) Tres mil dólares por cabeza. Y cuando no encontramos a los
contras, cuando no damos con ellos, matamos a gente inocente para
que nos paguen, así sean taxistas o albañiles, los hacemos pasar
como sicarios o mañosos”. Un gringo
con cara de asesino serial también habló de
El Ponchis. Colgó un video en
Youtube donde cuenta que fue policía y que a él no lo engañan:
El Ponchis es un bárbaro y
deberían tragárselo los tiburones. “Estamos ante un monstruo, quizá
hasta come carne humana”.
Cuando aquel seis de noviembre
terminó, mucha gente sabía que El
Ponchis era un chico que a los 12 años de edad ya se había
especializado en cortar cabezas y testículos. Se conoció, también,
que sus dos hermanas, Las Chavelas,
se encargan de tirar los cadáveres, aunque a algunos los colgaban de
los puentes. El alias de su jefe fue tan repetido que quizá alguien
aún recuerde que a Jesús Radilla Hernández le dicen
El Negro. Hoy se sabe que
El Ponchis se llama Edgar Jiménez Lugo, que tiene 14 años y
que, aunque está chaparro para su edad, ha crecido más de la cuenta.
II
Jiutepec es un municipio pegado al
sudeste de Cuernavaca. En esos 70 kilómetros cuadrados se concentra
casi todo lo que el México moderno puede ofrecer: droga muy barata y
pureza muy elevada, casuchas que no han sido construidas con
ladrillos sino con narcodólares, jóvenes que sueñan con un “cuerno
de chivo”, música norteña saliendo a chorros por las ventanas de los
autos, hospitales que han recibido visitas de sicarios con el ánimo
de terminar su trabajo y 180 mil habitantes que saben ignorar
cualquier cosa que interfiera con la forma que tienen de mirar al
mundo. En otras palabras, Jiutepec se ha convertido en una máquina
de la muerte. Ya nadie en este pueblo se acuerda de don Estanislao
Tapia, un viejo revolucionario que quiso ser gobernador de Morelos y
que antes de morir le regaló al
subcomandante Marcos una copia del Plan de Ayala.
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Fotogramas del video
donde miembros del Cártel del Pacífico Sur asesinan a un hombre.
Hoy todo gira alrededor del CPS. Los
chicos caminan con ínfulas de Arturo Beltrán y saben que ningún
narco que se precie de serlo los
dejaría fuera de su plan. “Hay mucho trabajo por hacer y muchas
manos están dispuestas”, simplifica un
narcomenudista al que, si no lo
matan las balas, lo va a tumbar una sobredosis. “Aquí hay sólo dos
caminos: sicario o nada”.
El Ponchis tomó la primera ruta hace unos
ocho meses. Al menos eso dice uno de los militares obstinado en
arrestarlo. Eso de ir a la secundaria no era para él. Además, el
novio de su hermana mayor, Isabel, le ofreció trabajo y él,
El Ponchis, ensayaba nuevas habilidades: estrangular, apuñalar,
matar con pistola, disparar ráfagas de coche a coche, torturar,
secuestrar, decapitar y desaparecer personas.
En la 24ª Zona Militar dicen que
El Ponchis hace todas esas
monerías, pero también cuentan que sus padres viven en San Diego,
Estados Unidos. En la Procuraduría General de Justicia del Estado de
Morelos (PGJEM) hay quienes, hasta su captura, estaban seguros de
que su nombre era Diego y que su padre era un
narcomenudista a quien se le ve
siempre en Jiutepec, sobre todo en Tejalpa, el pueblo donde
El Ponchis defendió sus dientes
de leche. De hecho, un viejo comandante dice que
El Ponchis tiene una cicatriz en
la mejilla izquierda, la misma que recuerda una “madriza” que le
propinó su padre.
El comandante no da su nombre. Como
están de feas las cosas en Morelos, sabe que puede aparecer con el
tiro de gracia. Sin embargo, cuenta que
El Negro, Jesús Radilla Hernández, terminó siendo el segundo
padre de El Ponchis.
El Negro, vale la pena decirlo
de una vez, usa la estrategia más difícil para conservar la plaza
que le encargó su patrón, Héctor Beltrán: matar a los contrincantes.
Los militares dicen que Radilla y su grupo de sicarios han
perpetrado unas 200 de las 332 ejecuciones que, hasta el sábado 27
de noviembre, se han registrado allí en lo que va del año. No tienen
duda de que él autorizó que desmembraran a tres tipos que se habían
escapado del penal para luego colgarlos de los puentes viales de
Cuernavaca.
El Negro tiene hábitos como las drogas,
el alcohol y las mujeres. Se ha tatuado el pecho como si fuera la
barda publicitaria de sus ambiciones. Y, según los militares, estos
días le han sabido a aceite quemado. El fin de semana antepasado,
unos 200 soldados fueron por él al Fantasy, un
table dance que tiene fama en
Jiutepec. Pero como cuenta con protección y posee reflejos de
pantera, escapó. A estas horas, el segundo padre del
Ponchis ha de seguir trabajando.
—¿Es cierto que
El
Ponchis degüella? —se le
pregunta al comandante.
—Eso es lo que cuentan en el
Ejército, pero nadie ha visto el chingado video donde los
guachos dicen que el chamaco agarra un serrucho y se pone a
cortarle la cabeza a un cabrón. De lo que no hay duda es que el
mentado Ponchis anda de mañoso.
—¿Y qué hay de las hermanas? ¿Ellas
se deshacen de los cadáveres?
—Son dos. La mayor se llama Isabel,
por eso les dicen Las Chavelas.
Isabel es una de las tantas novias de
El Negro. Ella es la más
canija. De ella se puede esperar todo.
—¿Cuántos años tiene
El Ponchis?
—Catorce —responde el comandante a
quemarropa—. Y eso es bueno.
—¿Por qué?
—Porque si tuviera 12, como dicen los
guachos, no va a la cárcel. Si
lo arrestamos, tenemos que devolverlo a su casa, así son las leyes.
—¿Aunque haya matado y degollado?
—Aunque haya trabajado para el
diablo.
Imagen difundida por
el Ejército donde se muestra la participación de
El Ponchis en los actos de
tortura.
III
En Jiutepec circulan muchos
automóviles robados que se desbaratan sólo con atropellar a un gato.
Los chicos que los conducen se ven orgullosos. No entienden que esos
lujos destruyen el espíritu más rápido que la coca y “la piedra”. Y
los narcos lo saben, por eso
suelen deslumbrarlos. Dicen que El
Ponchis maneja uno que parece potro salvaje. Un taxista cuenta
que lo ha visto de copiloto en camionetones bárbaros, pero el
comandante asegura que El Ponchis
ni siquiera alcanza los pedales. Lo que sí se puede corroborar es
que, con o sin auto, el CPS imanta a los chicos y a los grandes.
Basta entrar a www.metroflog.com/-cps para saber que veneran al dios
de la bala como si las muertes fueran necesarias. Al menos eso dice,
con salvas de ortografía, el texto que acompaña la foto de un tipo
con la cabeza reventada a tiros: “Cobrando mas y mas cuentas si el
gobierno no puede ni estatales federales y el ejercito nosotros si.
venimos por varios LA PLAZA ES NUESTRA”. Se ve que en el CPS son
irreductibles y no perdonarán la traición. “LA ORDEN VIENE DE ARRIBA
ELIMINAR A TODA LA GENTE DEL HOMOSEXUAL EDGAR VALDEZ VILLAREAL (LA
BARBIE)”. Se sabe que algunos andan en los mercados, en las plazas,
en las escuelas, en los parques y en las puertas de las casas. Están
para observar, y si hay algo que creen que le servirá al patrón, van
y se lo cuentan. Y también se lee que el CPS está para ayudar a la
gente. “NOSOTROS NO EXTORCIONAMOS, SECUESTRAMOS NI ROBAMOS, NO
MATAMOS GENTE INOCENTE GRANDES CONTRA GRANDES, LOS TENEMOS UBICADOS
SOLO ES CUESTION DE TIEMPO 0 RATAS Y CONTRAS LA ORDEN ES CLARA
EJECUTAR Y DESCUARTIZAR ATTE: C.P.S. ADVERTIDOS TODOS LOS QUE
QUIERAN UTILIZAR O COMETER ACCIONES CONTRA LA POBLACION UTILIZANDO
NUESTRAS SIGLAS (C.P.S.) SERAN ASESINADOS!!”.
IV
El Ponchis no será el único pequeño
artista del crimen en las estadísticas de 2010. Un funcionario de la
PGJEM cuenta que en 2010 ha habido 75 casos en los que los
adolescentes son acusados de delitos contra la salud, por posesión
de arma y asesinato. Sólo 15 de ellos han sido sentenciados. En ese
legajo de expedientes hay seis que el funcionario se sabe de
memoria: el de El Flaco, un
chico de Cuernavaca al que le confiscaron armas, medio kilo de coca
y dos tabiques de marihuana; el de Carlos, un chico de Jojutla que
paseaba en su auto con un “cuerno de chivo”, dos granadas y unos 20
kilos de marihuana; el de FG,
una chica de Teloloapan, Guerrero, que conducía una camioneta y 243
kilos de marihuana; el de Miguel, un chico de Jiutepec al que su
amor por los “cuernos de chivo” llevó a que la policía le encontrara
dos en su casa; el de El Cucaracho,
un chico de Amacuzac que tenía la meta diaria de robarse dos o tres
autos, y el de AL, una chica de
Jiutepec que a los 14 años ya parió y de la que el Ejército dice que
es una de las novias de El Negro,
el jefe de El Ponchis. En la
procuraduría aseguran que no, que era pareja de otro matón. Lo
cierto es que la agarraron con kilo y medio de coca, cinco granadas
de fragmentación y unos cuantos rifles. Ella se defiende y dice que
todo eso lo dejó su novio, que ella estaba dormida.
V
Cristian García Martínez,
El Cris, mira a la cámara con miedo, como si alguien lo
obligase a hacerlo. Le preguntan: “¿Con quién trabajas?”. Y él
responde: “CePeEse”. “¿Quién te manda?”, “El mero patrón es Abel
Maya, y el jefe de los sicarios es El
Negro, Jesús Radilla”. El Cris
toma aire y sigue: “De ahí El Loco,
alias El Chucho;
El Pelón,
El Jamón, alias
El Benjamón; Yoshiran, Nicole,
Ricardo, alias Olais;
Ponchis, Adalid y Erwin, alias
Arcángel”. “¿Cuánto te pagan por
cada gente que matas?”, “Tres mil dólares por cabeza”. “¿Y lo de
Galerías?” —quien pregunta se refiere a los colgados de un puente en
Plaza Galerías. “Yo, con todo mi grupo, hicimos eso, lo de
Galerías”.
Este es otro de los videos que
circuló aquel seis de noviembre pasado, cuando
El Ponchis debió haber sabido que es falsa esa idea de que uno
puede matar a cualquiera. En otro se ve a los jóvenes sicarios
mientras esperan a que un hombre, parado en un bote, pierda el
equilibro para que la cuerda le apriete el pescuezo. En uno más
juegan a que ellos son los próximos asesinados, y se atan, y se
vendan los ojos. Y otro, que quién sabe si exista pero del que todos
hablan: donde El Ponchis saca
una segueta y le susurra a la víctima lo que se avecina.
Los militares elaboraron un
power point con todos esos
videos y algunas fotografías. Ahí cuentan sobre una operación que
realizó la 24ª Zona Militar el 29 de octubre pasado. Ese día, a las
cuatro de la mañana, los soldados ubicaron una casa de la muerte del
CPS. Estaba en Zacatengo 23, Tejalpa, y adentro había seis sicarios.
Los militares no explican si los golpearon, si ellos se resistieron
o si alguien se atrevió a confesarles que mataban por capricho. En
la presentación castrense sólo aparecen los rostros de los seis
matones, dos de ellos molidos a puñetazos. Están relajados, sin
esposas, mirando a la cámara como si fuera el momento más importante
de sus vidas.
En el
power point los militares informan que los jóvenes son
El Chino,
El Bibis,
Caler,
El Chato,
El Borras y un tal Rubén
Rogelio; este último había estado en la cárcel en 2006 por robo de
auto con violencia. Los otros han tenido una vida desgraciada, según
el soldado que tiene la tarea de lidiar con la prensa. Los seis
sicarios tenían todo un arsenal soviético y “artículos de tortura”:
la segueta, el palo y la cuerda.
En otra parte del documento, los
militares prueban que Zacatengo 23 es la misma casa donde los chicos
grabaron dos torturas y donde ocho de ellos se fotografiaron
encapuchados, sosteniendo los “cuernos” y las nueve milímetros. Lo
que el informe no dice es que aquel 29 de octubre, en Zacatengo 23,
también estaba El Ponchis. Salió
por la puerta. Los militares lo vieron muy pequeño y lo dejaron ir.
Quién sabe si
El Ponchis haya explorado eso
que dicen los militares es su nuevo talento artístico: las
decapitaciones. Pero es seguro que hay lugares donde andar limpio no
tiene sentido. Morelos es uno de ellos.
Las Chavelas, hermanas de
El Ponchis.
“Yo nada más los degollo (sic),
pero nunca fui a colgarlos a los puentes”
En sus primeras declaraciones luego
de ser detenido el jueves pasado por la noche en el Aeropuerto
Mariano Matamoros del municipio de Xochitepec, al sur de Morelos,
Edgar Jiménez Lugo, conocido como El
Ponchis, señaló: “He matado a cuatro personas, los degollaba.
Sentía feo al hacerlo. Me obligaban. Que si no lo hacía que me iban
a matar. Yo nada más los degollo (sic),
pero nunca fui a colgarlos a los puentes, nunca”. El menor de edad
aseguró también: “A los 11 años me levantaron, me dijeron que me
iban a matar”.
La detención la realizaron elementos
del Ejército mexicano cuando Edgar Jiménez Lugo, de 14 años, el niño
sicario integrante del Cártel del Pacífico Sur (CPS), se disponía a
viajar a Tijuana en la línea Volaris, y de ahí a San Diego,
acompañado de sus dos hermanas conocidas como
Las Chavelas, informaron
soldados que participaron en el arresto.
“Me detuvieron ahí, en el aeropuerto.
Iba a San Diego, California. Iba a cambiar, a ver a mi madrastra,
iba con mi hermana. El dinero para viajar me lo dio mi mamá”,
declaró Jiménez Lugo. Una de sus hermanas llamada Isabel —de ahí el
sobrenombre de Las Chavelas—
manifestó haber mantenido una relación sentimental con Jesús Radilla
Hernández, El Negro, a quien se
identifica como el líder de los sicarios del CPS y único responsable
de que su hermano participara en los crímenes, ya que lo drogaba,
principalmente con marihuana.
Fue a su llegada a las instalaciones
de la delegación morelense de la Procuraduría General de la
República (PGR), en medio de un fuerte dispositivo de seguridad
militar, donde El Ponchis
confesó algunos de sus homicidios.
Un mando militar informó que a los
detenidos se les decomisaron dos teléfonos celulares en los que se
muestran imágenes que prueban cómo torturaban a sus víctimas.
“Llevaban dos celulares, él un celular, su hermana traía otro; en
los celulares vienen las pruebas de cómo torturaban a la gente, cómo
la mataban, todo eso, pero está en sus celulares”, señaló el
efectivo.
El operativo militar estuvo compuesto
por más de 80 militares apoyados por agentes federales, quienes
cercaron la estación aérea que ofrece vuelos a Tijuana. De acuerdo
con el reporte, el encargado de degollar y cortar órganos genitales
a sus víctimas huía del estado debido a que fue amenazado de muerte
por El Negro. En su posterior
declaración ante las autoridades, el adolescente aseguró no tener
miedo y estar seguro de que saldrá libre pronto gracias a la ley de
justicia restaurativa (que, entre otras cosas, prevé la protección a
menores delincuentes) aprobada en el Estado de Morelos.
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