SIGMUND FREUD ERA
ADICTO A LA COCAÍNA
Hace casi 130 años, la cocaína era el más nuevo fármaco milagroso—
promocionado como una cura para todo, desde la adicción a la morfina
hasta la tuberculosis. Y su más grande defensor fue
Sigmund Freud.
Cada vez que las grandes farmacéuticas develan su último
medicamento “exitoso”, me transporto de vuelta a la época en que el
medicamento milagroso más grande en el mercado era la
cocaína. ¡Sí, la cocaína!
A principios de 1880, las casas farmacéuticas la promocionaban
como una cura para todo, desde la adicción a la morfina y la
depresión, hasta la dispepsia y la fatiga. Estaba disponible en
tónicos, polvos, vinos y refrescos antes de que su consumo masivo
creara un grupo de adictos iracundos que requerían de atención
médica.
Uno de los principales defensores médicos de la cocaína era un
neurólogo vienés: Sigmund Freud. Él comenzó a estudiar los efectos
de la cocaína en 1884, y sus apuntes clínicos demuestran que su
sujeto experimental favorito era él mismo.
Al principio, Sigmund estaba ansioso por emplear la cocaína como
un antídoto contra la adicción a la morfina de su mejor amigo, Ernst
Fleischl-Marxow, quien era un brillante psicólogo que se lastimó el
pulgar al diseccionar un cadáver, lo que resultó en un dolor crónico
que sólo se calmaba con grandes dosis de
morfina.
La adicción de sus pacientes
Sustituir un fármaco adictivo con otro era una manera común en el
tratamiento de abuso de sustancias a finales del siglo XIX, lo que
solo creó nuevos y mejorados
adictos.
Fue así como Freud transformó a su amigo completamente funcional,
aunque dependiente de los
opiáceos, en un confundido adicto a la cocaína y a la morfina
quien murió siete años después a los 45 años.
A pesar de esto, Freud continuó atrapado en su adicción. Durante
los siguientes 12 años, él siguió con los elogios y el consumo de
una gran cantidad de cocaína para calmar sus dolores físicos y
angustias mentales.
De una forma perversa, Freud adoraba la manera como la cocaína le
hacía hablar interminablemente sobre los recuerdos y experiencias
que pensaba estaban encerrados en su cerebro y que nadie podía
escuchar y mucho menos juzgar.
El encuentro más inquietante con el fármaco se produjo en 1895,
después de que él y un
colega de nombre Wilhelm Fleiss casi matan con una operación
fallida y demasiada cocaína a una paciente de nombre Emma Eckstein.
Varias noches después, tuvo un sueño perturbador sobre una fiesta en
donde Eckstein culpa a Freud por su negligencia.
Hoy en día, Eckstein es mejor conocida como
Irma, el seudónimo que le dio
Freud en su obra maestra, la
interpretación de los sueños. Al escribir sobre su sueño, Freud
pasa por alto su evidente negligencia, en lugar de eso, explicó que
el sueño significaba que él era un médico generoso, que en todo
caso, estaba demasiado preocupado por su paciente,
Irma.
La adicción de Freud
Como muchos otros, Freud sufrió por el síntoma más exasperante de
una adicción: el proceso sigiloso por el cual la mente de los
adictos conspira para convencerlos de que nada, es torcido o
peligroso sobre algo que definitivamente lo es.
Uno de los síntomas más malignos de la adicción es la negación,
la necesidad de llevar una doble vida —la alimentación de la
adicción en privado mientras se lucha por no sentir la
necesidad, o por lo menos disimular en público durante largos
períodos.
Hasta que, la adicción controla todo por completo, con resultados
desastrosos y el engaño público ya no es posible.
Uno supone que sus experiencias clínicas con Eckstein, si no con
Fleischl-Marxow, le enseñaron que la cocaína era demasiado peligrosa
para cualquier aplicación terapéutica. En el otoño de 1896, un día
después del funeral de su padre, Freud afirmó que había dejado de
usar cocaína. No existe una evidencia documentada que refute este
testimonio.
Sin embargo, los restantes días de su vida, Freud tuvo mayores
dificultades para comprender completamente las peligrosas
consecuencias de su abuso de sustancias. Decidida y repetidamente,
malinterpretó su famoso sueño de cocaína. En lugar de eso, optó por
elaborar un más que halagador y
positivo análisis que encarna el poder de la adicción para el
subterfugio.
El hombre que inventó el psicoanálisis, una búsqueda
revolucionaria del autoconocimiento, sucumbió a la misma “gran
mentira” que la mayoría de los adictos se dicen a si mismos cada
día.
El doctor Howard Markel, es
profesor de historia de la medicina de la Universidad de Michigan,
es el autor de An Anatomy of Addiction: Sigmund Freud, William
Halsted, and the Miracle Drug Cocaine (Pantheon).
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