¿QUÉ ES LA MAREA
ROJA?
Por siglos
nadie pudo explicarla satisfactoriamente. Los antiguos griegos la
atribuían a la furia de Neptuno. En la Edad Media se hablaba de una
“purgación” de los lechos marinos. Algunos naturalistas estimaban
que era el resultado de influencias lunares. Otros hablaban de
silenciosas erupciones volcánicas, y no faltó el químico despistado
que tratara de resolver el enigma con base en confusas explicaciones
sobre sustancias químicas venenosas producidas bajo el efecto del
fuego central en las entrañas del planeta.
La marea roja es un
raro fenómeno que da un tinte sanguinolento a las aguas (por el que
también se le conoce como hemotalasia, del griego hemos, hematos,
sangre; y thalasos, mar), en las que comienzan a flotar incontables
peces muertos, que luego las olas arrojan a la playa. Del mar emanan
vapores invisibles que causan escozor en los ojos y la nariz. Al
inhalarlos, arde la garganta, la respiración se vuelve difícil, se
sufren accesos de tos y, en ocasiones, la piel comienza a
irritarse.
En México se le
conoce como “agua amarga” o “agují”. Ese mismo nombre se utiliza en
Cuba, además de “tingui”. En Perú es el “aguaje”; “huirihue” o
“virigüe” en Chile; “el turbio”, en Venezuela; “purga do mar”, en
España (Galicia); “eau rouges”, en Francia; “l’acqua rossa”, en
Italia; “red tides” o “red waters”, en Inglaterra; “akashisho”, en
Japón…
Es el resultado de la
multiplicación desorbitada de minúsculos habitantes de las aguas. Se
trata, principalmente, de microalgas y otros microorganismos del
fitoplancton, entre los que podemos mencionar a los dinoflagelados.
En 1957 se descubrió que uno de los causantes era el Gymnodium
brevis, que mide apenas de dos a tres milésimas de milímetro, pero
que es capaz de reproducirse en cantidades prodigiosas, a tal grado
que puede llegar a hacer espesa el agua, como si fuera sangre.
Es un dinoflagelado
que posee finísimos apéndices, los cuales le sirven como órganos de
locomoción. No es un animal, ya que contiene elementos clorofílicos
como los de las plantas. Tampoco es un vegetal, puesto que tiene una
movilidad típica de los miembros del reino animal. Es más bien un
organismo de transición entre lo vegetal y lo animal, aunque algunos
científicos prefieren considerarlo como un alga microscópica.
Uno de sus pigmentos
clorofílicos, la xantofila, ocasiona la peculiar coloración de las
aguas. La xantofila es la que en otoño da a las hojas de los
árboles, de las altas latitudes, sus característicos colores
anaranjados, amarillos y rojizos. En el caso de los dinoflagelados,
cuando su concentración en el agua es muy elevada, le imparten un
tono pardo, amarillento, rojizo y aún rojo intenso.
Normalmente el número
de estos diminutos organismos en un litro de agua marina es muy
pequeño, del orden de unas docenas, o si acaso centenares de
ejemplares por litro. Hasta mil se considera una concentración baja,
que no implica ningún riesgo para los demás organismos. Pero cuando
alcanza cifras del orden de 100 mil o más, la situación se torna
peligrosa. Al llegar a un cuarto de millón por litro, el agua
adquiere el color típico de los mares de sangre y comienza la
mortandad de peces y otros animales. Mueren de asfixia porque los
dinoflagelados, con su intensa actividad biológica, consumen grandes
cantidades de oxígeno y empobrecen las aguas. Mueren también
envenenados, ya que los dinoflagelados producen ciertas toxinas que
afectan al sistema nervioso y desquician la actividad de músculos y
membranas.
A ese aumento
exagerado en la población de estos microorganismos se le conoce como
florecimiento, floraciones algales o “bloom”. Ocurre principalmente
en la superficie del agua, y su espesor va de pocos centímetros
hasta unos 100 metros. Por lo común, el fenómeno abarca extensiones
reducidas, de unas cuantas hectáreas, o a lo sumo, de unos
kilómetros cuadrados.
Existen otros
microorganismos, como las algas unicelulares o coloniales, las
diatomeas, protozoos ciliados e incluso algunas larvas de
invertebrados que imparten otras tonalidades al agua. Los colores
pueden ser amarillo, anaranjado, azul, café, marrón, pardo, rosa y
verde. Esas tonalidades se deben a los distintos pigmentos que
poseen esos organismos.
En el caso de aguas
dulces son las algas azules o cianofíceas, las verdes o clorofíceas
y las flageladas, como las euglenas y también las diatomeas las que
producen diferentes coloraciones. Para que estos microorganismos se
puedan desarrollar es necesario que no exista mucha corriente. Son
entonces los lagos, lagunas y charcas permanentes los hogares de
estos microorganismos.
En Argentina la
diatomea Asterionella japonica produce una coloración marrón,
llamada “yodo”, que es utilizada como bronceador. No todas las
floraciones son peligrosas para el ser humano, pero algunas pueden
llegar a ser letales.
La marea roja aparece
con frecuencia en varias partes del mundo y la mortandad ha llamado
la atención en la costa del sureste de la India, suroeste de África,
sur de California, Florida, Perú, sureste de Asia, Indonesia,
Polinesia y Japón.
HEMOTALASIA
EN EL MAR ROJO
El naturalista inglés
Charles Darwin tuvo oportunidad de ver en dos ocasiones este
fenómeno. La primera en 1835 en Concepción, zona centro-sur de
Chile, y meses más tarde al sur de Valparaíso. En su diario de viaje
(1839) escribió que el agua “rebullía de pequeños organismos, que se
movían en todas direcciones y a menudo estallaban...”. Estos
microorganismos fueron identificados como Mesodinium rubrum.
Pero tal vez la
primera descripción de una marea roja se encuentre en la Biblia. En
Éxodo 7:20 a 7:21 se dice: “Y todo el agua que estaba en el Nilo se
convirtió en sangre. Y los peces que estaban el Nilo murieron, y el
Nilo se tornó contaminado, tal que los egipcios no podían beber el
agua del Nilo”.
Según algunos
autores, el Mar Rojo recibió ese nombre porque las hemotalasias son
muy frecuentes en sus aguas.
Es hasta la
primera mitad del siglo XX cuando se comienza a estudiar la
hemotalasia. Myrtle Elizabeth
Johnson y Harry
Snook escribieron el primer libro sobre los animales de las costas
en 1927, y en él hacen una breve referencia a las mareas rojas, que
en esos días se les llamaba “aguas rojas”:
“Cuando aparece una
gran cantidad de ciertos dinoflagelados a menudo vemos parches de
‘agua roja’ en el día y exhibiciones luminosas que las acompañan
durante la noche. Muchos animales marinos son capaces de producir
luz, pero estos protozoarios son la causa de la fosforescencia
difusa vista frecuentemente en los rompeolas durante el verano y a
comienzos de otoño. Esta luminiscencia es con frecuencia
espectacular y hermosa cuando se le ve en una noche oscura.
Los peces en el agua
brillan con una luz azul verde cuando nadan en los alrededores, y la
estela de un barco se convierte en un largo rastro de luz tenue. La
resaca se ilumina brillantemente y si uno camina sobre la arena
mojada, repentinamente aparecen y desaparecen puntos chispeantes de
luz a varios pies a la redonda. Sacudiendo un poco de agua en una
botella, se pueden producir repentinos destellos brillantes, porque
los animales brillan de manera intensa momentáneamente cuando son
agitados en vez de emitir una luz continua.
Mientras que muchas
especies de dinoflagelados son luminosas cuando son estimuladas, los
más importantes en esta costa son Gonyaulax polyedra Stein y
Prorocentrum micans Ehrenberg. Los dinoflagelados se llaman así
porque generalmente están provistos de dos flagelos, o diminutos
‘látigos’, que usan en su locomoción. Algunas clases de
dinoflagelados producen una coloración verde amarillenta en el agua
que, como agua roja, por la noche emite luz cuando se le molesta.
Las consecuencias de
brotes extensos de agua roja son el decaimiento de un inconcebible
número de cuerpos microscópicos arrojados sobre la playa, causando
olores muy ofensivos y envenenando el agua lo suficiente como para
matar a animales como pepinos de mar, cangrejos e incluso peces, con
el resultado que sus cuerpos cubren las playas e incrementa la
peste”.
Ahora se sabe que las
floraciones se deben a diversos factores, como la temperatura,
salinidad, pH, luminosidad, corrientes oceánicas e, incluso, la
contaminación debida al ser humano. En la literatura científica se
le conoce como “Florecimientos Algales Nocivos” (FAN).
BIOLUMINISCENCIA
Pero existe una
particularidad aún más extraordinaria de las hemotalasias: pueden
emitir luz.
Diversos ufólogos
apuntaban a la posible existencia de bases submarinas de OVNIS.
Morris Karl Jessup, Harold T. Wilkins, Antonio Ribera e incluso
Charles Hoy Fort hablaban de misteriosas ruedas luminosas que se
habían visto flotando en el mar. Está el caso del buque de guerra
británico Vulture, cuya tripulación observó unas “enormes ruedas
giratorias” el 15 de mayo de 1879, cuando navegaba por el Golfo
Pérsico. Éstas emitían pulsaciones luminosas. El capitán escribió en
el libro de bitácora que “estas ondas luminosas iban desde la
superficie hasta gran profundidad bajo el agua”.
Las marinos vieron
por lo menos dos de estas ruedas luminosas, una hacia el este que
giraba en una dirección, y otra hacia el oeste, que lo hacia en
dirección contraria. El Vulture pasó sobre una de estas ruedas. Poco
antes del anochecer la tripulación había observado zonas recubiertas
con una sustancia flotante descrita como “fresa de aspecto oleoso”.
Fort menciona que en
el mes de mayo de 1880 la tripulación del buque de vapor inglés
Patna, nuevamente en el Golfo Pérsico, vio otra enorme rueda
luminosa giratoria, cuyos radios parecían rozar el barco y medían
unos 200 a 300 metros.
En 1960, el 8 de
enero, otro buque británico, el Corinthio, que había partido de
Londres con destino a Wellington, encontró una misteriosa sustancia
flotando sobre el mar. Su color era como el de la miel y su
consistencia viscosa. Era como una seda que se rompía en trozos al
ser tocada por la hélice. La sustancia cubría todo el horizonte
alrededor de la embarcación. El suceso ocurrió a unas 880 millas de
la isla Pitcairn.
Y no eran
exageraciones ni cuentos de marinos. En efecto, los dinoflagelados
pertenecen al phylum llamado pyrrophyta, que significa “planta de
fuego” y coloquialmente se les conoce como “linternas vivientes” del
mar. Estos microorganismos emiten luz en la oscuridad.
Existen varias
especies con esta propiedad bioluminiscente, pero el género contiene
muchas especies bioluminescentes tales como G. catenata, G. digitale,
G. hyalina, G. polygramma, G. sphaeroidea y G. spinifera. Unos pocos
dinoflagelados en un frasco con agua de mar pueden funcionar como
una linterna. Esta fosforescencia se llama bioluminiscencia, que es
luz producida en un organismo por medio de una reacción química. Los
dinoflagelados son las únicas algas conocidas que tienen esta
excentricidad especial.
En las costas del
Pacífico el culpable es el Gonyaulax polyhedra, un dinoflagelado
luminoso, que tiende a agruparse en círculos de algunas centenas de
metros de diámetro, y que bien podría explicar algunos avistamientos
de OSNIS fosforescentes.
La luz es de un color
azul verde, cayendo en el espectro de luz entre las longitudes de
onda de 474 y 476. En el Gonyaulax los destellos son rojos de entre
630 y 690.
El mecanismo de
emisión de luz comprende dos etapas, una física y la otra química
La primera parte es
puramente física. La membrana vacuolar se hiperpolariza, manteniendo
un voltaje más negativo con respecto a su entorno. Luego, ese
potencial expulsa los iones de hidrógeno de unas bolsillas externas
de la membrana vacuolar, en las que se encuentra una enzima llamada
luciferasa. Esta acción reduce el pH. En estas condiciones ácidas,
la luciferina se suelta de su proteína y se activa. La luciferasa
cataliza la oxidación de la luciferina, dando por resultado una luz
y un producto intermedio llamado oxyluciferina. Se debe proporcionar
energía en la forma de ATP para regenerar la luciferina.
La bioluminiscencia
de los dinoflagelados se produce en la noche. Es un fenómeno
cíclico, un reloj biológico perteneciente a los llamados “ritmos
circadianos”. Ese reloj se puede alterar artificialmente. Se puede
“entrenar” a los dinoflagelados para que emitan su luz a diferentes
horas del día.
Se piensa que ese
ritmo circadiano es una adaptación evolutiva que permite a los
dinoflagelados anticipar la salida del Sol y migrar en una columna
de agua para subir a la superficie tan pronto como la luz esté
disponible para comenzar a la fotosíntesis.
Pero los
dinoflagelados no siempre brillan. La bioluminiscencia de los
dinoflagelados se puede producir por tres causas:
Estimulación
mecánica. Fuerzas de corte o cisalladura, tales como las causadas
por el movimiento del agua, de la estela de un barco, de un pez
nadando o de una ola que se rompe, deforman la membrana de la célula
de los dinoflagelados, lo que produce un destello corto de
aproximadamente 1/100 segundo de fotones 10^8.
Estímulo químico. La
reducción del pH de su medio externo agregando ácido puede hacer que
algunos dinoflagelados brillen intensa y continuamente.
Estímulo de la
temperatura. Algunas especies de dinoflagelados, tal como G.
polyhedra, pueden brillar intensamente si baja la temperatura.
El brillo lo utilizan
como una especie de alarma sobre la posible presencia de predadores
potenciales. Al encenderse, los dinoflagelados señalan la posición
de su supuesto atacante. Los microorganismos se ponen en movimiento;
la luz puede asustar al depredador y los más pequeños, incluso,
pueden quedar tostados.
La marea roja ha
generado muchos mitos. Mitos que comenzamos a desentrañar en este
nuevo milenio.
Fuente

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