POR QUÉ NO ELEGIR
AVES COMO MASCOTAS
La inteligencia de su mirada, sus
llamativos colores, su habilidad para realizar trucos y la maravilla
de verlas volar, hace de las aves una compañía deseable para tener
en el hogar.
Si bien a primera vista parece que su
belleza se manifiesta en una cuestión visual, luego descubrimos en
ellas sus distintas habilidades naturales, que podemos conseguir
desarrollar por medio de un entrenamiento (como hacerlas hablar en
algunos casos). Estas consideraciones invalidan su concepción desde
un único punto de vista ornamental y provocan la curiosidad y su
elección como un miembro más de la familia.
A lo largo de la historia las aves exóticas comenzaron teniendo un
atractivo visual, cuando fueron utilizadas en un principio como
animal de competencia en las grandes civilizaciones. Sin embargo,
cuando se trata de hablar de mascotas, fueron las primeras
domesticadas, antes aún que el perro. Ya 4.000 años antes de Cristo
los reyes y nobles del país egipcio se dedicaban a capturar y
enjaular aves africanas.
Luego fue adquiriendo distintos
simbolismos: para los clásicos griegos adquirió un significado de
trofeo que connotaba un determinado poder social y riqueza. Fueron
recién las clases acomodadas del Renacimiento europeo quienes entre
el año 1300 y 1600 comenzaron a poblar sus propios jardines con las
aves como mascotas en el hogar. Luego, con el descubrimiento del
Nuevo Mundo arribaron a España de las manos de Colón una enorme
cantidad de aves exóticas descubiertas por primera vez, como el
papagayo de Cuba.
Pero los loros ya fueron aves domesticadas por los mismos incas para
su disfrute hogareño. En algunas tribus se exigían plumas de ciertas
aves a los pueblos sometidos como pago por mantener sus derechos. A
medida que se fue estrechando el contacto con las aves, comenzaron
las grandes exposiciones en 1890 en Inglaterra, con la consecuencia
de la transmisión de sus enfermedades a las personas, lo que comenzó
a ser motivo de preocupación.
Tener un ave como mascota implica
asumir una responsabilidad, brindándole cuidados, alimentación y
previniendo su posible transmisión de enfermedades.
En el caso de algunas aves como el loro gris africano, pueden vivir
entre 50 a 60 años, por lo tanto su cuidado debe ser un compromiso
permanente, a diferencia del canario que tiene la posibilidad de
vivir entre 15 a 20 años. Son los más pequeños los que se
entusiasman desde la escuela y el jardín con tener y proteger a
estas aves como mascotas exhibiéndolas como trofeo a sus compañeros.
Ellos suelen comenzar con canarios y periquitos.
Pero por más que su adquisición sea un procedimiento sencillo y
barato es imprescindible considerar, antes de decidirse por su
compra, cuáles son las posibilidades reales que se tendrán para
cuidarlas. No se trata sólo de una cuestión de tiempo para
dedicarles, el tema del espacio merece toda una consideración
aparte. Algunas mascotas como los loros requieren de jaulas más
amplias y grandes lugares de juego.
Como segunda medida se requiere de un
proceso de adaptación con el animal, sobre todo a entender sus
necesidades. En un principio lógicamente estará asustado al
compartir un hogarnuevo, ajeno y hay que ayudarlo, hablándole,
moviéndolo. Durante los primeros días tanto los dueños como el ave
deberán comprenderse mutuamente y comenzar a pensar en las señales
que utilizarán para comunicarse: ya sea los movimientos del cuerpo o
las palabras habladas.
Una vez lograda la tranquilidad del ave en su nuevo hábitat se puede
comenzar a ensayar el primer acercamiento posicionando a la mascota
en los hombros del dueño. Todo lleva su tiempo y su cuidado. Es
recomendable trabajar con guantes, sobre todo en el caso de algunas
aves como los loros pequeños y en otras ocasiones mantenerlas
sujetas de un palo como con los guacamayos.
Para entablar un diálogo con el ave no hay que tenerle miedo y se
debe ir introduciendo la mano en la jaula repetidamente hasta que el
ave se acostumbre para lograr sacarla. Después de familiarizarse
durante una semana en el sector interno de la jaula, hay que
llevarle comida con la mano al ave, esperando que esta la busque
sola.
Todo truco lleva su entrenamiento, el cual requiere de un proceso.
Puede suceder que el ave aproveche la jaula abierta para salir a
volar, en ese caso es preferible dejarla que vuele un tiempo sola
por el hogar y luego acercarse a agarrarla, no antes. La mejor forma
de tomar el ave es poniendo la mano en forma de percha.
Y el éxito del entrenamiento se consigue mediante la repetición,
hasta lograr incluso que hable. Hay muchas aves que pueden imitar el
habla humana, como los loros, periquitos y guacamayos. Quizás este
proceso sea encarado gustosamente por los niños entusiasmados con
tan entretenido proyecto y portadores de paciencia y suavidad para
la tarea de repetir una y otra vez las palabras deseadas, durante un
tiempo de no más de 15 minutos.
Las aves, al igual que otros animales
se esmeran luego de recibir premios ante sus esfuerzos, por eso ante
cada logro es bueno ofrecerles un alimento de premio. Un detalle
importante a considerar es que las aves, a diferencia de otros
animales como los perros, responden mal al castigo físico por más
leve que sea. Luego se puede continuar con el entrenamiento de
enseñarles a hacer trucos como trepar, llevar objetos con la boca de
un lugar a otro y volar de un colgante a otro.
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