COMUNICACION ENTRE
PADRES E HIJOS
“Mis padres no me entienden”. Esta
frase es pronunciada por casi todos los hijos en un determinado
momento o en una determinada época de su vida, sobretodo en la
adolescencia y primeros años de juventud
¿los hijos entienden a los padres?.
Creo que los entienden cuando ellos son padres también. La
diferencia de generaciones supongo que es la culpable, si de buscar
culpables se trata. Puede ser una causa.
Parece que son los padres los responsables de la falta de
comunicación con los hijos, que ellos son los que deben ponerse en
su lugar y adoptar una postura comprensiva y de diálogo. Claro, son
los padres los responsables de la educación, tarea muy difícil y en
la que lógicamente se pueden equivocar.
Hay muchas teorías sobre esto y la teoría me parece estupenda,
bastante clara y racional; pero la práctica demuestra otra cosa en
muchos casos.
Por supuesto que no se trata de dar la razón a los hijos ni de
llevarles la contraria en todo sistemáticamente, sin hablar ya de
llegar a darles una bofetada en algún momento concreto, aunque a
veces sale y, la verdad, por mucho que digan algunos profesionales
en la materia, no creo que ello suponga ningún trauma ni que sea
para llevarse las manos a la cabeza. ¿A quien no le dieron un
tortazo sus padres alguna vez?. Yo no tengo ningún problema derivado
de eso y supongo -no lo recuerdo muy bien- que alguno que otro me
habré llevado.
Imaginemos una situación frecuente: un hijo o hija, que va mal en
los estudios, que sólo piensa en salir y divertirse y que no está en
edad de trabajar. Te sientas con él o ella a tratar de explicarle
cómo ves las cosas: que de lo que haga ahora dependerá su vida
después, que ésta no sólo consiste en pasarlo bien, que estudiar y
divertirse son compatibles, que sólo se trata de organizarse y todos
esos “rollos” que prácticamente todos conocemos.
El hijo o la hija te escucha con ganas de salir corriendo, con cara
de aburrimiento y, con suerte, no te da una mala contestación;
también puede ocurrir que te diga que eso ya lo sabe y que ya sabe
lo que hace. Le insistes y le haces ver que su conducta no lo
demuestra. Pues ya está el lío armado: te ve como una pesada, mira
al infinito con los ojos en blanco y te acaba preguntando si ya se
puede ir.
Es un ejemplo de tantos que podrían ponerse; es real. ¿Qué haces?.
Si le organizas tú el tiempo, que no parece muy indicado ya que
debería ir adquiriendo esa responsabilidad, te dice que así no puede
ser porque tiene que ir a clases particulares; porque, al menos una
hora al día, tiene que ver a sus amigos y esa hora no coincide con
el horario establecido por ti y no sé cuantas cosas más.
Entonces le das la confianza para que lo organice él o ella y ves
que el resultado de sus exámenes es igual de malo. Pones un castigo
y eres casi una dictadora intransigente. Si es dócil, lo cumple a
regañadientes y con mala cara; pero el diálogo está roto. Tal vez se
reanude en unos días para volver a hablar de lo mismo y de la misma
forma.
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