El alcalde de esta población de la
zona ovejera de Texas dio una razón sorprendente para su renuncia
abrupta: estaba enamorado de un inmigrante indocumentado y se fue a
México con él.
Tuvieron que irse, dijo, porque no
podían permanecer juntos legalmente en Estados Unidos.
''Ningún ciudadano de Estados Unidos debería verse frente a esta
decisión'', dijo el ex alcalde J.W. Lown en una entrevista desde
México. ''Dejé un hogar. Dejé un rancho. Dejé una carrera política
prometedora'', afirmó.
Su prominencia local y su fuga al
otro lado de la frontera el día que debía prestar juramento para un
cuarto período dejó a la gente boquiabierta, pero a la vez fue un
ejemplo del dilema que enfrentan miles de estadounidenses -separarse
o irse al exterior- porque no pueden obtener la residencia para su
pareja, como lo hacen los cónyuges heterosexuales.
Unos 36 mil estadounidenses están en
esa situación, dijo el congresista demócrata Jerrold Nadler, citando
información del grupo Igualdad en la Inmigración.
Los proyectos presentados en el
Congreso para que las parejas homosexuales reciban el mismo trato
que las heterosexuales en materia de inmigración enfrentarán una
dura oposición, tanto de los que se oponen al matrimonio gay como de
los antiinmigrantes.
La ley de defensa del matrimonio,
sancionada en 1996, prohibe a las autoridades de inmigración
reconocer los matrimonios gay, aunque sean de estados donde son
legales